El 18 de julio de 2022, el aeropuerto de Luton (Londres) interrumpió sus vuelos porque las altas temperaturas provocaron un defecto en la pista. La causa fue una ola de calor histórica, con más de 40ºC en Reino Unido por primera vez desde que hay registros. Unas temperaturas tan elevadas no hubiesen sido posibles sin el cambio climático.
Aena, la operadora del aeropuerto británico, sufre de forma directa la crisis climática en sus carnes mientras sigue gestionando parte de la aviación global, una industria responsable del 3,5% del calentamiento del planeta, unos efectos que van más allá del dióxido de carbono que liberan al quemar queroseno, un combustible exento de impuestos en la Unión Europea. Precisamente, la cantidad de vuelos cancelados por calor aumenta año a año.
Frente a esta realidad, Aena dice compatibilizar su actividad “con un compromiso permanente de desarrollo y sostenibilidad”. De ahí que haya desarrollado un Plan de Acción Climática con el supuesto objetivo de ser un operador de aeropuertos neutral en carbono para 2026 y “sentar las bases para alcanzar 0 emisiones netas en 2040”. Este objetivo, de alcanzarse, sería más ambicioso que el marcado por el sector aeronáutico europeo, que pone como objetivo para 2050 la neutralidad del carbono.
La compañía dice buscar reducir las emisiones a través de energías renovables, eficiencia energética, una flota propia sostenible y compensación de emisiones. Los 46 aeropuertos y dos helipuertos de Aena en España deberían en 2026 nutrirse de energía solar al 100% con plantas solares fotovoltaicas en instalaciones propias de la compañía, de cumplirse lo anunciado. Aena es una de las tres compañías del IBEX35 que llevaron a la junta de accionistas su plan climático en 2022.
Pero no es oro todo lo que reluce. Para el Aeropuerto de Son Bonet (Mallorca), Aena busca instalar esas placas solares en un espacio verde pese a la oposición vecinal y del propio Ayuntamiento de Marratxí, donde se ubicaría. Además, el 95% de las emisiones del sector aéreo son generadas por las aeronaves y su plan no prevé ninguna alternativa al queroseno para 2030, obvia las emisiones de gases que no sean CO2 e ignora la contaminación que provocan los aviones fuera de los aeropuertos, como explicaba El Crític.
Su plan para reducir y compensar por su contribución al cambio climático no tiene en cuenta emisiones indirectas fruto de su cadena de valor al calcular su huella de carbono. Tampoco ofrece datos de generación ni destino de ninguno de sus residuos, indica un análisis del Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa del ejercicio 2019 de la gestora aérea. Por último, Aviation Alliance, agrupación de aerolíneas y gestores aeroportuarios europeos al que pertenece Aena, se ha opuesto al impuesto al queroseno en viajes dentro de Europa.