“Debido a la gran negligencia y al interés de Iberdrola en la producción energética más barata como es la hidráulica, tres pueblos […] nos hemos quedado sin suministro de agua”. En una carta al director de un medio local, el alcalde de Belvís de Monroy (Cáceres), Marcos Pascasio (Extremeños), señalaba hace algunos días a Iberdrola como culpable de la falta de agua que vivió la localidad.
“Si en septiembre dicen que hay cortes, acordaos de Iberdrola”, apuntaba Raúl Martín, concejal de Unidas Podemos en el Ayuntamiento de Cáceres, durante una mesa redonda celebrada a principios de agosto en la ciudad. El coloquio se centraba en la minería, pero era inevitable que surgiera el tema del agua. Entre los habitantes de la capital existe el temor de que pueda suceder algo similar a lo ocurrido en Belvís de Monroy.
Las críticas a la energética, una de las cotizadas en el IBEX 35, se suceden. El motivo es sencillo: en julio decidió desembalsar agua en varios de los pantanos sobre los que tiene la concesión. Gracias al sistema marginalista bajo el que se opera en España, esa energía barata de producir y cuya generación puede modularse, acaba ofreciéndose a un precio alto. Este coste de oportunidad del que gozan las hidroeléctricas y que otras energías no tienen, es lo que ha provocado que en lo que va de año, la hidráulica haya sido la segunda energía más cara. Durante julio marcó el precio total de la luz el 60% de las horas, según datos del Operador del Mercado Ibérico de Electricidad (OMIE) recogidos por elDiario.es. Pero el sistema tiene otra variable: cuando el gas –la tecnología más alta– entra en el mix, el agua acaba pagándose a precio de gas natural.