Este artículo forma parte de la serie de investigación #Academicwashing. Puedes acceder al especial aquí.
Repsol es, posiblemente, el mayor exponente de greenwashing en la universidad de los casos analizados en esta serie. En 2020 se convirtió, según el Observatorio de Sostenibilidad, en la compañía que más gases de efecto invernadero emite a la atmósfera, por encima de Endesa, que en los últimos años ocupaba ese puesto. En 2019, las emisiones de CO2 de la petrolera aumentaron un 13% respecto al año anterior. Asimismo, su Plan Estratégico para el periodo 2021-2025, vendido a bombo y platillo en los medios de comunicación es, en realidad, insuficiente y poco realista para cumplir con los objetivos climáticos.
A pesar de todo ello, la multinacional española trata de erigirse en el ámbito académico como líder de la transición energética con la financiación de formaciones relacionadas con esta temática. Así, en 2019 impulsó –a través de su fundación– la creación de una Cátedra de Transición Energética en la Universidad de Barcelona para potenciar “el conocimiento, el debate riguroso y científico, la investigación y la divulgación”. Durante la presentación de la misma, el presidente de Repsol, Antonio Brufau, aseguró confiar en “el conocimiento científico y la neutralidad tecnológica” para “liderar el debate sobre la transición energética y el cambio climático”.
Sin embargo, desde un primer momento, la neutralidad y la independencia de la cátedra son discutibles. Al frente de la misma se situó al catedrático de Estratigrafía y profesor de Recursos Energéticos y Geología del Petróleo Mariano Marzo Carpio, con un probable conflicto de interés. Desde 2018, Marzo Carpio se sienta en el Consejo de Administración de la petrolera para realizar funciones de consejero externo independiente. En 2019, el año que fue escogido como titular de la cátedra de Repsol, percibió una remuneración por su labor como consejero de 256.000 euros, 13.000 euros más que el año anterior.